Por Uzziel Ortega
La emoción de celebrar el Día de Muertos empieza a sentirse desde días antes, la preparación previa de los rituales anuncia en el ambiente que algo mágico está por llegar.
Entre los últimos días de octubre y los primeros del mes de noviembre, habitantes de todo el Estado rinden tributo de distintas maneras a sus muertos, variedad de ofrendas en los altares, visitas a los cementerios, adornos, catrinas y flores inspiran a formar parte de esta tradición.
2 de noviembre por la mañana, la ciudad luce un poco desolada conduciendo sobre la carretera federal 140, mi destino de hoy es el municipio de Naolinco de Victoria.
Dejando atrás la urbe, empiezan a abundar los paisajes naturales, pasando por Jilotepec, las personas se concentran en el panteón con grandes arreglos florales, otras se ven a lo lejos limpiando las tumbas de sus difuntos y al lado contrario una catrina de gran tamaño adorna la calle; más adelante una carreta con dos catrinas adornan la entrada del antiguo túnel colonial de El Esquilón.
Avanzando por la carretera, Coacoatzintla me recibe con catrinas en los costados, otra monumental acompaña las letras del lugar, flores de Cempasúchil, comida típica y elotes son ofertadas en la calle principal.
Continuando mi camino, por fin puedo ver mi destino; me reciben sus empedradas y pintorescas calles, casas coloniales y sus características tienda de zapatos y articulos de piel.
Al irme adentrando empieza a verse gran cantidad de gente, conforme avanzo me voy encontrando con coloridos murales, catrinas de todas formas y colores, pan, veladoras, dulces típicos, toritos, tamales y grandes altares en las casas conmemorando a sus fieles difuntos.
Las inmediaciones del parque central están llenas de figuras prehispánicas, una de ellas destaca entre todas y una fila espera a poder tomarse fotos.
Un gran altar a las afueras del Palacio Municipal llama la atención y al frente resaltan las letras de ‘Naolinco, Orgullo Veracruzano”, y es que el lugar es de los más visitados en la región en estas fechas, “la cantada” que se lleva a cabo la noche del 1 de noviembre se ha vuelto una de las más increíbles tradiciones.
Esta consiste en un recorrido que inicia en la tumba de los seres queridos, para dirigirse posteriormente a los hogares de los habitantes que abren sus puertas a propios y extraños, y entonar alabanzas frente a sus altares; ellos en agradecimiento, ofrecen vino de fruta y platillos elaborados para la ocasión.
Sus callejones lucen llenos de catrinas entre los negocios de zapatos, – fuerza económica del lugar- el más angosto de ellos está adornado por un arco floral y flores de papel que techan su trayecto.
Visitar Naolinco para celebrar el día de muertos resulta toda una experiencia, una amplia gama Gastronómica y cultural que no puedes perder la oportunidad de disfrutar.